Desde la antigüedad podemos encontrar una serie de textos que adelantan de alguna manera lo que sería la ciencia ficción moderna.
Ya en la
antigua literatura de la India encontramos la figura de los “vimana”, vehículos
voladores. En el siglo III a.C., encontramos el poema épico Ramayana que incluye
la referencia a máquinas voladoras que son capaces de viajar por el espacio y
también por el agua. Estas máquinas poseen diferentes tamaños y formas a veces
son carruajes a veces son sillas o tronos voladores, a veces son concebidos
como casas o palacios. El demonio Ravana poseía un vimana de flores
mediante el cual podía volar.
En el siglo II a.C., en el Rig-veda, el mismo sol es concebido como un
carruaje luminoso en el que viaja el dios del Sol. Otros dioses también
utilizan vimanas con ruedas algunos tirados por caballos y otros por cabras.
Cinco siglos después, encontraremos en la Grecia helenística a Luciano de Samosata, quién en el siglo II d.C. pública su Vera historia. Este texto incluye una serie de relatos fantásticos de viajes cósmicos mediante los cuales el autor pretende satirizar las historias homéricas y otras historias de la época que pretendían hacer pasar por verídicos acontecimientos fantásticos. La Vera historia incluye viajes espaciales, guerras galácticas y vida alienígena. Se trata de las aventuras de unos navegantes que traspasan las columnas de Hércules, a partir de las cuales, según la cosmología helénica, se acababa la Tierra. Allí, una tromba de agua los arrastra hasta la Luna, donde se desarrolla una guerra interplanetaria entre los selenitas y el rey del sol. Allí se encontrarán con los “caballeros buitres” por el lado de la Luna y los “caballeros hormiga”, por parte del sol.
En el siglo IX, nos encontraremos con el texto de Las mil y una noches, célebre compilación de cuentos tradicionales del Medio Oriente al cual siglos más tarde se le agregaría el marco narrativo de la princesa Sherezade como generadora de cada una de las historias. Allí, está por ejemplo el cuento de “El caballo de ébano”, en el cual un inventor hindú presenta al sultán un caballo mecánico tan perfecto que podía prácticamente pasar por un animal vivo y que poseía la capacidad de volar, trasladando en segundos a su jinete hacia cualquier punto de la tierra.
En el siglo X, el relato folklórico japonés de El cortador de Bambú nos relata la historia de una pobre pareja de ancianos que vivían en el bosque y que no tenían hijos. El hombre se ganaba la vida cortando cañas de bambú. Un día el anciano se encontró a una pequeña niña dentro de un tallo de bambú que resultó ser una princesa que venía de la Luna. La niña había sido enviada a la Tierra debido a que la Luna se encontraba en guerra y su vida corría peligro. Los ancianos cuidan a la niña y la crían como a su propia hija. Pero cuando la princesa selenita se vuelve mayor, es llamada nuevamente hacia sus dominios lunares y debe abandonarlos.
Los siglos XV y XVI son conocidos como “la Era de los Descubrimientos”. En esa época, los portugueses y los españoles se dedicaron a viajar y explorar todo el planeta. Muchas tierras desconocidas por los europeos fueron descubiertas, cartografiadas e investigadas. Evidentemente, muchas ya estaban habitadas por civilizaciones locales que consideraron la llegada de europeos como una invasión de gentes que venían de tierras desconocidas para ellos. En esa época tienen lugar dos acontecimientos que cambiarían la historia de la humanidad para siempre: los viajes transatlánticos de Cristóbal Colón a las Américas (1492 y 1502) y la primera circunnavegación del mundo (1519–1522) por parte de la expedición de Magallanes-El Cano. La primera fue financiada por los Reyes Católicos y la segunda, por su nieto, el emperador Carlos V, cuyo lema era, precisamente, “Plus Ultra” (más allá). El lema hacía referencia al poder que tenía entonces el Imperio español, que llegó a tener posesiones en Europa, América, Asia, África y Oceanía y también, como un guiño a los navegantes, para instarlos a descubrir tierras cada vez más lejanas. (Según la mitología griega, Hércules había puesto dos pilares en el Estrecho de Gibraltar llamados “las columnas de Hércules”: uno de ellos estaba en el monte Calpe, en Gibraltar, y otro, en el monte Jebel Musa, en Marruecos. Estas columnas marcaban el comienzo del Finisterre (el fin de la tierra), el Non terrae plus ultra (no existe tierra más allá).
Pero como decía el escritor cubano Alejo Carpentier ¿qué había sido la historia del continente América sino una crónica de lo real-maravilloso? América se presentaba, para los europeos del sXV y XVI, como un mundo diferente y que, en muchas ocasiones, les era incomprensible. En una manera similar a lo que siglos más tarde se conocería como ciencia ficción, muchas veces sus relatos cuentan el viaje a nuevas tierras, atravesando océanos desconocidos llenos de monstruos marinos y, una vez allí, la presencia de una flora, fauna y seres humanos muchas veces fantásticos o monstruosos. Los cronistas de Indias dejaron en la época un conjunto heterogéneo de narraciones, que daban cuenta sobre todas estas cosas. En muchos de sus escritos, es difícil separar lo real de lo mitológico y de lo religioso. Las criaturas que aparecen en los textos de navegantes, soldados y cronistas europeos tienen orígenes en la Biblia, en la mitología grecolatina o en los bestiarios medievales. Otras son simplemente producto de sus fantasías. Así, veremos aparecer en ellos negras culebras con cuernos y con eslabones en el rabo, o culebras espantosas bicéfalas, una en la cabeza y otra en el rabo, teniendo la capacidad de desplazarse hacia los dos lados (fray Bernardino de Sahagún), enormes y monstruosas serpientes (Viaje a España y las Indias, Viaje al Río de la Plata, Ulrico Schmidl), serpientes con pies y alas (Antonio de Herrera y Tordesillas), hermafroditas que viven debajo de la tierra (Alvar Núñez Cabeza de Vaca). Eso, sin contar con las sirenas con caras de hombre de las que da cuenta el mismo Cristóbal Colón.
Es curioso notar también que, en la famosa colección de cuentos de Ray Bradbury, Crónicas marcianas, una de las protagonistas (Ylla K) tiene intuiciones de la llegada de los invasores terrestres, lo que coincide con las premoniciones de los aztecas sobre la llegada del hombre blanco. La llegada a Marte por parte de los terrestres, en los cuentos de Bradbury, se asemejan en gran medida a la llegada de los españoles a América.
Pero además de estar habitado por seres maravillosos, el Nuevo Mundo se convirtió, igualmente, en el tópico de muchos escritores y reformistas sociales de la época. Recordemos, por ejemplo, que la misma Utopía (1516), de Tomas Moro, tiene por locación una isla de las Nuevas Indias.
Las primeras referencias a futuros posibles aparecerán también a comienzos del s XVI con textos como, por ejemplo, la Utopía, de Moro. Esta obra de ficción satírica describe una isla inventada y las costumbres sociales, religiosas y políticas de sus habitantes. La obra surge del espíritu de época y del círculo humanista del autor. El texto se presenta como una crítica al orden social de la época y propone una alternativa que es minuciosamente descripta por el autor.
También en esta época, encontraremos un poema épico que consiste en la reescritura, en épocas también renacentistas y humanistas, de las aventuras de caballerías y primitivos cantares de gesta medievales: Orlando, el furioso, escrito por Ariosto en 1532. La trama de este texto está salpicada por una serie de historias secundarias y diferentes fábulas de las que participan varios protagonistas. En uno de los fragmentos, se narra el viaje del héroe Astolfo a la Luna. Astolfo posee una serie de elementos mágicos que utiliza en sus diferentes aventuras. En este caso, acompañado por San Juan Evangelista, parte del paraíso terrenal a bordo del carro del profeta Elías, tirado por cuatro caballos de fuego. Su misión es encontrar la cordura perdida de Orlando. La luna era un globo parecido a la Tierra. Allí había extraños ríos, montañas, ciudades, castillos. En un valle profundo, Astolfo encuentra un enorme tesoro consistente en todo lo que en la Tierra se había perdido o despreciado. Por ejemplo, encuentra allí las horas perdidas, las promesas incumplidas, las ocasiones desaprovechadas. También hay allí una serie de vasos, conteniendo cada uno de ellos la cordura de un ser humano. San Juan Evangelista le presenta a Astolfo otro vaso de mayor tamaño que los demás, en donde se encuentra la de Orlando. Una vez recuperada está ambos montan otra vez el carro de fuego y vuelven a la Tierra.
Pero en muchos de estos textos, predominan la fantasía o la religión. No será hasta el siglo XVII, con la llegada de la Ilustración, la Edad de la Razón y la revolución científica, que aparezcan los verdaderos antecedentes de la ciencia ficción moderna.