En la Francia de la época encontraremos textos del género como, por ejemplo, Le Monde tel qu’il será (El mundo, tal como será). Se trata de una novela fantástica, de hecho, la primera novela distópica francesa, publicada en 1846 por Émile Souvestre, uno de los primeros autores en imaginar los efectos negativos del progreso. Allí se cuenta cómo Martha y Maurice, una pareja de recién casados idealistas y con fe en el progreso, se interrogan acerca del futuro del mundo. Los avatares de la trama los ponen en conocimiento de un inglés llamado John Progres que viaja en una locomotora y que les propone dormirse hasta el año 3.000. Así lo hacen y descubren, para su decepción, que la sociedad del futuro es detestable. La educación, las condiciones del proletariado, las innovaciones comerciales, el periodismo, todo se ha degradado. Los valores espirituales y poéticos han desaparecido. Ya no existe libertad y hay un férreo control sobre la información y lo social. El poder reside, en el futuro, en las máquinas y en los bancos. En la obra de Souvestre, los protagonistas se convierten en una suerte de arqueólogos del futuro. Su distopía, que preanuncia a las del siglo XX, está fuertemente influenciada por las ideas de Fourrier y Saint-simon y el socialismo utópico.
Otro escritor que plasmó sus visiones de un París futuro fue Julio Verne, quien años más tarde publicaría París en el siglo XX (1862). Esta novela será una excepción dentro de la producción literaria de Verne ya que, en lugar de hacer eco de una sociedad en la que prima el progreso científico, presenta una sociedad completamente tecnificada, masificada y estatista, en la que los números han vencido a las letras y los árboles son utilizados para hacer pasta de papel.
En este siglo se destacarán en Francia las obras de dos importantes escritores: Verne y Rosny, que parten ambas de una concepción positivista y de un materialismo científico. El futuro era concebido por ellos como el tiempo del triunfo de la Razón y el progreso rectilíneo de la ciencia y la tecnología.
Julio Verne basó sus historias en descubrimientos científicos que daban lugar a la exploración de nuevos y fantásticos mundos. Junto con el editor Pierre-Jules Hetzel, crearon la serie de los Viajes extraordinarios que consistía en una serie de sesenta y dos novelas y dieciocho novelas cortas de aventuras, entre ellas Viaje al centro de la Tierra (1864), La vuelta al mundo en 80 días (1864), 20.000 leguas de viaje submarino (1870), etc. Los textos de Verne se caracterizan por tener una base científica bien documentada. En De la Tierra a la Luna, por ejemplo, una asociación de artilleros y científicos relacionados con la industria militar busca enviar a tres hombres (Nicholl, Barbicane y Michel Ardan) a la Luna mediante un proyectil que será disparado por un monstruoso cañón y atravesará el espacio hasta el satélite terrestre. Los personajes despegan desde el estado de Florida, en los EE. UU., ya que la novela se presenta como una sátira del estereotipo estadounidense de esa época. El texto describe con minuciosidad los problemas que surgen y las ecuaciones a realizar para lograr el objetivo. Los tres hombres escapan de la gravedad terrestre a 11 km por segundo, su viaje les demandará 150 horas y finalmente no alunizarán, sino que quedarán dando vueltas alrededor de la Luna para regresar luego a la Tierra. Dos años más tarde, aparecerá la continuación de la historia, Alrededor de la Luna (1869). Indiscutiblemente, Verne puede ser considerado uno de los padres de la ciencia ficción moderna, título que compartirá con otro francés de origen belga, J.H.Rosny (activo hacia el fin del siglo y comienzos del sXX) y con HG Wells, en la esfera anglosajona (también finales del sXIX y comienzos del sXX).
Otro francés que escribió ciencia ficción fue Charlemagne Defontenay, quien en 1854 publicó un extraño libro titulado Star ou Ψ de Cassiopée. La narración comienzacuando una expedición a los montes Himalayas encuentra allí un cofre lleno de libros de origen desconocido. Luego de dos años de estudiarlos descubren que se trata de la correspondencia entre dos sabios alienígenas. Estos escritos describen los soles y satélites de un planeta ubicado junto a la constelación de Casiopea. También se describe su flora, fauna y civilización. Se especula igualmente en este texto con la posible creación de una Federación interplanetaria. A veces, suele citarse este libro como antecedente directo de lo que luego serían las space-operas. Prácticamente ignorado durante décadas, Star ou Ψ de Cassiopée fue recuperado del olvido gracias a Raymond Queneau.
Debemos mencionar aquí a otro interesante personaje francés: Camille Flammarion, astrónomo, espiritista e hipnotista quien fuera sumamente popular a fines del siglo XIX. Flammarión escribió varios libros, entre ellos La pluralidad de mundos habitados (1862) donde explora la idea de posibles vidas en el universo más allá de la humana y populariza el concepto de “alien”. Su novela científica La fin du monde (El fin del mundo) (1893) presenta una estremecedora y apocalíptica visión donde la Tierra sobrevive a un inminente choque con el cometa Halley aunque finalmente perece debido a que el Sol comienza a congelarse.
Ya hacia finales del siglo, encontraremos la novela Aventures extraordinaires d’un savant russe (Las extraordinarias aventuras de un sabio ruso), publicada en París y escrita por George Le Faure y Henri de Graffigny (1889). Se relatan aquí las aventuras de Mickhaïl Ossipoff, el sabio inventor de un explosivo «selenita». La primera parte cuenta cómo este sabio y sus compañeros se preparan para partir hacia un viaje interestelar, citando verdaderos trabajos científicos y verdaderos cálculos que le van dando a la narración aspecto verosímil. La segunda parte empieza luego del alunizaje. Allí se plasman una serie de datos sobre la cartografía lunar. Luego, a lo largo de varios tomos, los protagonistas van realizando un viaje cósmico, exploran la Luna, Marte, Venus y encontrando extraterrestres de diferentes tipos. A partir de sus aventuras, explican una serie de temas científicos.