En el marco de la literatura rusa imperial, encontraremos interesantes obras de ciencia ficción como, por ejemplo, El año 4338: cartas desde Petesburgo (1835), del príncipe Vladimir Odoyevsky (1840). Odoyevsky, escritor, educador, filósofo y crítico musical, a veces es referido como el “ETA Hoffman ruso” debido a la gran influencia que posee de la literatura del romanticismo alemán. Su novela futurista fue publicada sólo en fragmentos a lo largo del siglo XIX y su versión completa no apareció hasta 1926. El texto hace referencia a ciertos avances tecnológicos como los viajes espaciales, la aparición del teléfono, la fotocopiadora y un dispositivo remotamente similar a Internet, o la posibilidad de controlar el clima artificialmente. En este futuro concebido por Odoyevsky, Rusia y China son los centros del poder mundial, aunque el poder chino está en decadencia, y ambas se alían para intentar evitar la colisión de la Tierra con otro planeta. El personaje principal de la historia es, en realidad, un joven chino que estudia en San Petesburgo. Las cartas a sus compañeros de clase constituyen la novela.
En la época, el tópico de los viajes espaciales era muy popular en Rusia. A lo largo del siglo, vemos aparecer varias novelas cortas como Viaje al Sol y al planeta Mercurio y a todos los mundos visibles e invisibles, de Dimitri Sigov (1832).
En 1863, por su parte, Nikolai Chernyshevsky publica Qué debe hacerse, una novela que alcanza mucha popularidad en la época debido a que se la considera una suerte de “manual para radicales” y que llegará a influenciar muchas obras posteriores. Se trata del sueño de una sociedad utópica en un futuro lejano que llegará a volverse el prototipo para muchas utopías socialistas. Uno de los motivos qué más se ha repetido es el del uso del cristal como símbolo de la sociedad futura luminosa y abierta. Recordemos que el Palacio de Cristal (el primer edificio construido enteramente de acero y cristal, situado en Londres) aparecía en la literatura rusa de mediados del XIX en forma recurrente. La novela le valió a Chernyshevsky años de prisión en Siberia.
Ya hacia fin de siglo, aparecerá En otro planeta, la novela de Porfiri Pávlovich Infántiev(1896). Infantiev, etnólogo y periodista, participaba en su juventud de los movimientos revolucionarios estudiantiles, llegando incluso a ser encarcelado. Su novela tiene por locación a Marte. Fue censurada y finalmente publicada en 1901 pero con largos fragmentos cortados. El texto da cuenta de la vida de los habitantes marcianos, que son piadosos y tecnológicamente avanzados. A través de ellos, Infantiev pretende hacer una apología de la sociedad socialista.
Otro prolífico escritor ruso fue Konstantin Tsiolkovsky, quién publicó libros como En la luna (1893), Sueño de la tierra y de los cielos (1895), Viaje a Marte (1901), Más allá del planeta Tierra (1920). Tsiolkovsky fue un pionero de la cohetería a nivel mundial y se lo considera un “padre de la cosmonáutica”. Su Literatura está fuertemente influida por la de Julio Verne y al igual que éste suele dejar plasmados datos científicos y ecuaciones. Entre otras cosas, imaginó un ascensor espacial, colonias espaciales orbitales, exclusas de aire para las naves y otras maravillas tecnológicas. Tsiolkovsky compartía las ideas de Nikolái Fiódorov, fundador del cosmismo. Ambos creían en la transmigración de las almas a otros planetas, basándose en procedimientos científicos.